Review Tunic: si Link tuviese su propia empresa de videojuegos llamada “Ocarina Studios”, seguramente este sería su primer lanzamiento

Tunic es un juego de aventuras que absorbe mucho de los clásicos RPG de 16 Bits y de los Souls más modernos. Lo jugamos en PC y te contamos todo en esta review.

Iniciamos el juego y desde los arbustos hasta su vista isométrica… nos recuerdan a algo. Comenzamos a jugar y Tunic se siente familiar. No una copia, sino que se siente una impronta particular, de algo que nuestra mente asimila sin forzar nada. Quizás es el diseño detallado de los mapas y la propuesta que genera para explorarlos, tramo por tramo, rincón por rincón. Hay un homenaje implícito en el aire, que no le hace perder su personalidad, pero que siempre está ahí latente. Y nos damos cuenta. Tunic es de esos juegos que aman a Zelda y no tienen problema con demostrarlo. Lo jugamos en PC y te contamos los detalles en esta nota.

Tenemos juegos de vista isométrica como Transistor, que manejan un tipo de arte que resulta necesario para contar la historia. Hay una búsqueda en el detalle, en las animaciones, en cada objeto o escenario. Tunic es como un conjunto de íconos en 3D minimalistas, perfectos, que tienen como objetivo crear mapas donde se pueda optimizar el gameplay. No hay necesidad de grandes gráficos, de ilustraciones magnificadas. Tunic es lindo así como es, y no necesita más.

Parece como si estuviésemos jugando sobre una maqueta, con elementos hechos de papel y goma eva. Incluso los enemigos son simples, pero no por eso amistosos. Inicialmente, luego de dar un par de vueltas y explorar un poco, vamos a encontrar un palo de madera, algo similar a una rama de un árbol, y se convertirá en nuestra arma principal. Hay una tecla con la que vamos a marcar al enemigo, y nuestro personaje siempre atacará a ese en cuestión, hasta que muera. Igual, no se preocupen: más tarde vamos a encontrar una espada y un escudo, además de bombas y otros elementos que van a hacer más interesante nuestra interacción con los enemigos.

A medida que avanzamos, vamos a ir encontrando páginas que sirven como manual del juego, donde se nos van a explicar diferentes movimientos, datos de los enemigos, objetos, y un gran etcétera. Estos aparecen, literalmente, como hojas dibujadas a mano y sí, recuerdan muchísimo a los manuales que venían dentro de las cajas de los juegos originales de MegaDrive o Super Nintendo. Y es que, como ya dijimos, existe en Tunic un aire nostálgico, de revivir en tiempos modernos el alma de clásicos de tiempos pasados.

Otro punto llamativo en el título es que maneja su propio lenguaje, al menos en un gran porcentaje. Es una simbología que parece extraída del dispositivo que llevaba Depredador en su antebrazo. Salvo algunas palabras en inglés, el resto de los carteles, señales e incluso lecturas que vamos a hacer de diferentes objetos están en este complejo idioma. ¿Hay similitudes? Si nos tomamos el tiempo necesario, vamos a ver que ciertos símbolos se repiten en diferentes puntos del mapa que tienen algo similar, como puertas, escaleras, o cualquier otro objeto que esté señalizado. ¿Quieren empezar a ver las páginas del manual que vamos encontrando y comparando cada símbolo? Bienvenidos sean, quizás, se encuentren con alguna sorpresa.

El gameplay es simple, y las mecánicas acompañan. No hay mucho para decir sobre ambos apartados que no esté a la vista, porque como también ya dijimos, todo se centra en la exploración. Hay cientos de cofres, algunos de ellos escondidos entre los árboles, en pasillos ocultos o, incluso, escondidos por el negro que hace las veces de sombra. Nos podemos meter a diferentes túneles completamente oscuros y toparnos con algo que no sabemos qué es. Seguramente sea un cofre, que utilizando la linterna (una vez que nos hagamos con ella) vamos a poder revelar. De la misma forma hay cuartos ocultos, paredes falsas, laberintos y un montón de cuestiones “tapadas” por la perspectiva.

En estos casos, vamos a encontrar unos telescopios que nos permiten dar un vistazo amplio y general sobre alguna parte del mapa a la que aun no llegamos, para que vayamos viendo estos detalles y pensando cómo vamos a enfrentar a nuestros enemigos. Sí, todos esperábamos una tecla para girar el mundo a nuestro antojo y así poder ver todo eso que está oculto, pero no. Incluso, hay pisos invisibles, a los que vamos a tener que atravesar mediante un “salto de fe”, emulando a Indiana Jones en una de sus clásicas entregas. Algo que nos pareció muy agradable de Tunic, más allá de su estética y propuesta, es lo simple que resulta, sin usar la palabra “simple” como algo negativo. Simple no es fácil, sino que es un juego que se explica solo, un juego donde los secretos residen en el diseño de los niveles y no en intrincadas mecánicas que, si bien quedan excelente en otros juegos, en este caso se sentirían completamente ajenas.

Y a pesar de ser todo lindo y simple, en el juego podemos morir. A veces es muy factible que nos confiemos a la hora de enfrentar a varios enemigos y si no prestamos atención a sus patrones de ataque, seguramente algún golpe nos lograran asestar. Morir se siente casi metafórico. Vamos a expulsar algunas monedas en el momento (no todas las que hayamos recogido, sino algunas) y volveremos a aparecer en el último santuario por el que hayamos pasado. Si volvemos al punto de nuestra muerte, veremos allí a las monedas, esperándonos. Y también a aquellos enemigos que se relamen luego de habernos aniquilado.

Algo que debemos remarcar de Tunic, es que por momentos nos podemos perder por completo. Al principio vamos, contentos, recogiendo cada moneda que encontramos, aunque no sabemos para qué. Lo mismo con las diferentes barras de energía. Sabemos que una es nuestra salud, pero las otras, simplemente están ahí. Y sí, esto se va entendiendo con el paso del tiempo, con jugar, con explorar. Pero hay algo que no evoluciona, y es el hecho de que, como dijimos, es muy fácil que en ciertos momentos estemos horas dando vueltas por los mismos sitios, pensando cuáles puertas ya cruzamos, recordando cada punto en particular por el que ya pasamos, interpelándonos a nosotros mismos si nos olvidamos de utilizar algún elemento en algún momento en particular para abrir una puerta o desbloquear algo. En estos momentos, depende de la paciencia que manejen, el juego se puede volver bastante frustrante.

En estos momentos siempre es bueno volver a pegarle una mirada a las páginas del manual. A veces son cosas muy obvias, a veces son movimientos que no habíamos utilizado hasta el momento, y a veces, como ya remarcamos, es la vista isométrica que nos juega en contra. Y si piensan que estos son los únicos puntos complejos del juego, lamentamos informarles que también están los diferentes jefes. Ese combate tan estructurado que proponen los enemigos durante la exploración del mapa, se vuelve obsoleto cuando nos enfrentamos a un jefe. La curva de dificultad de los enemigos normales respecto a los jefes se dispara de forma impoluta, sin tener piedad. Y, para quienes no estén acostumbrados a esto, puede ser otro punto fuerte de frustración.

Así como dijimos que el juego absorbe mucho de los Zelda, también tiene mucho de los Souls, si nos permiten la comparación. Y aquellos que sean asiduos a este género van a saber de lo que hablamos. Lo bueno es que punto más, punto menos, todo se encuentra en un balance justo. No siendo justo con los jugadores, claro está, sino con su propio diseño. Tunic es un juego que no sobresale pero que tiene lo necesario para ser un muy buen título. Tiene mucho de aventura clásica, de esa época de los 16 Bits que algunos pudimos vivir y otros emulan con placer hoy en día. Se siente así, nostálgico, y conforme con su propia búsqueda cuando nosotros, de este lado de la pantalla, nos retraemos a tiempos lejanos.

FECHA DE LANZAMIENTO 16 de marzo de 2022
DESARROLLADOR TUNIC Team
DISTRIBUIDOR Finji
PLATAFORMAS PC, Xbox Series X/S

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