The Witcher 3 nos sumerge en un mundo cínico, moralmente gris que busca alejarse del idealismo de la fantasía tradicional, pero aún así es un ícono modero. Lee más detalles ¡acá!
Existen muchas sagas exitosas, populares y que se ganaron un prestigio indiscutido, sin embargo hay obras que logran cruzar las barreras de lo conocido creando un nuevo genero o cambiándolo para siempre. Son tan influyentes, que parece que siempre estuvieron ahí, que siempre existieron en nuestra memoria colectiva y una de esos títulos es nada más y nada menos que The Witcher 3.
Uno de los grandes temas de The Witcher 3 es el choque entre destino y libre albedrío, tomando esa dualidad como punto de partida: ¿Es posible que una saga de fantasía moderna sea “libre” del legado de J. R. R. Tolkien? ¿O está destinada a seguir sus patrones fundamentales? ¿El videojuego como medio, por su propia tendencia interactiva, tiene el potencial de una mayor libertad expresiva?
Los límites de la fantasía
Todo género es una cárcel que impone ciertas convenciones. La obra de Tolkien impuso una serie de temáticas casi inevitables: “La búsqueda de un objeto mágico, la tentación adictiva del poder, la valentía contra la adversidad, la defensa romántica de la naturaleza y la crítica al abuso de la tecnología”.
A pesar de las continuidades narrativas, se encuentra un primer matiz: Toda obra es hija de su tiempo. La crítica a la tecnología sigue presente como tópico pero aplicada a otra realidad histórica. Si Tolkien criticaba a la gran industria contaminante tradicional, en The Witcher 3 se aplica a una técnica más moderna: La ingeniería genética moderna.
La industria del gaming tiende más que ningún otro medio a la fantasía, casi como un género inevitable. Al pensar en un videojuego, aún antes de conocerlo, uno asume que será de fantasía y es porque más allá de que sea de acción, terror, aventura o misterio; siempre habrá elementos de fantasía.
Ahora, ¿Qué pasa con la fantasía en sí misma como género, como imaginario? El DLC Blood and Wine, con sus parodias a los cuentos de hadas clásicos, es una clave para interpretar el mundo de fantasía de la saga. El mensaje es claro: “la inocencia infantil, ese romanticismo, ya no existe”.
En un mundo moderno, es imposible creer en los ideales medievales, el honor de los caballeros, el altruismo, la valentía y la justicia. Ese imaginario hoy en día es arcaico, inverosímil, incapaz de generar empatía por estar alejado del espíritu contemporáneo.
El Witcher: Arquetipo del antihéroe
La mirada del mundo se encarna en su protagonista, el antihéroe Geralt de Rivia, y es que en oposición al caballero clásico y aristocrático, él es un Witcher: un hombre sin hogar, ni nación ni sangre ilustre. Seres despreciados, sin emociones, vistos como “males necesarios”. Expresan una visión desencantada de los valores tradicionales ya que no creen en el honor, el altruismo y la justicia, y se presentan como seres cínicos, amorales, que actúan de forma pragmática, sólo por dinero.
Sin embargo, la gran fantasía de la saga es esa: Sir Geralt. La aparente contradicción se explica gracias a la ambigüedad de la figura del Witcher. Combina lo mejor de dos mundos: lo alto y lo bajo, el hedonismo amoral de un pirata y el amor romántico de un poeta. Una furia vengativa irracional y la defensa de los débiles de un caballero templario.
Esa narrativa que lo define como un antihéroe, se materializa en las subquests durante dos tercios del juego. Pero al acercarse al clímax narrativo, la trama lo obligará a asumir una moral más convencional. Un “camino del antihéroe”, que lo termina acercando al ideal clásico del caballero medieval.
Algo más que un heredero
La diferencia fundamental entre una fantasía tradicional y una moderna es su visión sobre el bien y el mal. La tradición, con un dualismo muy marcado, se contrapone a una visión más compleja y gris sobre la moral. Esta condición se cumple durante los primeros arcos narrativos, que permiten una mayor libertad dramática. Sin embargo, la tradición se rompe gracias a personajes que desafían una definición moral clara.
Bloody Baron y sus traumáticos conflictos familiares, Avallac’h y la búsqueda del conocimiento sin importar el costo. Quizás el personaje más complejo y ambiguo de la saga, Sigi Dijkstra y su nacionalismo implacable. Pero al avanzar la trama, el conflicto debe culminar en una batalla épica final, ese contexto dramático ya no admite grises: es el Bien contra el mal.
Ese límite narrativo encuentra sus matices gracias a lo que define al medio: Las mecánicas. La interactividad permite superar parcialmente las convenciones narrativas al forzar al jugador a tomar decisiones morales más complejas en el desarrollo del juego. Las mecánicas rompen con el dualismo narrativo al imponer acciones sin resolución virtuosa posible.
A nivel narrativo, el destino tiene un peso absoluto en el relato, Ciri no puede escapar a su destino como heredera de la “sangre antigua” y Geralt está unido eternamente a Ciri y Yennefer. Nuevamente, son las mecánicas las que permiten ciertas decisiones que materializan el “libre albedrío” del jugador. Esta libertad parcial es la que permite una flexibilidad que sería imposible en la literatura “elegir” el final del arco de Ciri, las relaciones afectivas de Geralt, sus alianzas políticas, el destino de naciones enteras.
Una influencia de Tolkien en la atmósfera y el lore de The Witcher 3 es la que se asocia a la mitología nórdica. Una visión del mundo dominada por la inminencia de una tragedia apocalíptica inevitable. Se vive en un estado de tensión y nostalgia por la extinción de una era: la de las razas mágicas. La convivencia del ser humano con otros seres, misteriosos y ancestrales, condenados a desaparecer.
En este sentido, existe una innovación puramente narrativa ya que a diferencia de los seres aristocráticos tradicionales, la representación de los elfos es dual ya que son explotadores y explotados, conquistadores y conquistados. Los elfos como seres superiores semidivinos, o Aen Elle, conviven con los elfos marginados del Continente, los Aen Siedhe. Esta ambigüedad simbólica alcanza la literalidad en el caso de los elfos integrados o “semielfos”, seres despreciados por los humanos y por los elfos “superiores”.
No son sólo los “otros”, sino que el mismo protagonista de la historia vive consciente de que su propia casta está destinada al olvido. La “salvación de la humanidad” tradicional, encuentra un matiz en la condición trágica, “no humana” del protagonista.
La fantasía se asocia a la libertad infinita, a la imaginación en estado puro, sin límites. ¿Pero hasta qué punto somos herederos de fantasías arquetípicas del pasado? ¿Es posible crear una nueva fantasía que refleje el mundo contemporáneo? ¿O la ficción está destinada a pequeños desvíos dentro del orden ya conocido? Quizás un invento “moderno”: La interactividad, propia del diseño de videojuegos, tenga el potencial de liberar a la imaginación de sus herencias tradicionales.
Por Andrés Prillo para Culturageek.com.ar