Hubo una época dorada que supo amalgamar diversion en diskettes y filmes de clase B, un período en el tiempo donde las producciones cinematográficas de los años 60 eran material de rotación barato en las pantallas televisivas nocturnas y nutriente de laboratorio para un género de fichines que marcarían a toda una generación de aficionados a los videojuegos.
Por aquellos años, y mientras la PC estaba aun en pañales, la segunda oleada de computadoras personales se encontraba en pleno apogeo y los microprocesadores de 16 bits se estaban comiendo el mundo, como descomunales termitas. Dentro de este panorama existían dos máquinas que podrían ser comparadas con las actuales consolas, con la gran diferencia que además de servir para disfrutar de los mejores fichines del momento , también servían para programar y realizar otras tareas. En occidente las más populares eran la Commodore Amiga y la Atari St. Ambas máquinas competían por hacerse con los mejores productos recreacionales de la época y una compañía supo destacarse por sobre todas las demás gracias a que sus títulos se alimentaban de los mejores exponentes de las pelis más bizarras de las décadas pasadas resucitadas en los juegos más alucinantes a nivel gráfico que podían encontrarse en el mercado y que hacía a los usuarios de estas compus la gente más orgullosa del planeta.
Estamos hablando de la empresa norteamericana Cinemaware, responsable de legendas del software tales como Rocket Ranger, Defender of the crown, It came from the desert y un pequeño puñado más.
Los juegos de Cinemaware se distinguían por poseer unos gráficos nunca vistos en la pantalla de un monitor. Si bien sufrían bastante en cuanto a jugabilidad, la promesa de combatir contra una invasión de hormigas gigantes, de ser el piloto de elite de un escuadrón de aviadores de la primer guerra, manejar un “shogunato” o hasta convertirse nada menos que en Moe, Larry y Curly era algo absolutamente fuera de lo común. Irresistible.
Contrariamente a lo que pueda suponerse, salvo la excepción del juego de los Tres Chiflados, esta compañía no realizaba adaptaciones de los títulos más representativos del cine B, sino que más bien se nutría de ellos para crear su propia versión. Es así que It Came from the Desert nos ubica en los polvorientos zapatos de un geólogo que descubre que el pueblito de Lizard Breath está siendo atacado por una colonia de formícidos mutantes, ambientación derivada directamente de cintas como Them! surgidas durante la década del ’50 donde todo tipo de insectos y criaturas del espacio asolaban el desierto Californiano con semanal insistencia.
Otro ejemplo es el del mencionado Rocket Ranger, inspirado en los seriales de ciencia-ficción tales como King of the Rocket Men (1949), Radar men from the Moon (1952), Zombies of the stratosphere e inclusive el serial Commando Cody.
Este juego nos propone ser el héroe en plena expansión del régimen nazi. Nuestra arma secreta es una pistola de rayos y un rocket pack o propulsor en forma de calefón que llevamos en la espalda y que nos permitirá viajar por todo el mundo –incluyendo la Luna- para boicotear el desarrollo tecnológico de las fuerzas fascistas.
A pesar de que sus creaciones causaban sensación, Cinemaware tuvo una vida más corta que la de los monstruos de sus títulos. Tras pasar por muchas dificultades, la empresa bajaría el telón en 1993. Pocos de sus títulos pudieron sobrevivir el recambio de siglo reciclados para las más diversas plataformas. Pese a todo la compañía fue oficialmente resucitada en el año 2000 aunque con poco éxito. Hoy por hoy podemos encontrar algunos ejemplos del catálogo de esta gente en precarias versiones iOS y Android…¡adaptaciones mal emuladas solo para nostálgicos!
Y como siempre, mientras esperan la siguiente entrega de nuestra columna bizarra, los invitamos a escuchar un podcast absolutamente pasado de rosca, donde nos adentramos en este género comentando los filmes, las series, los comics, la tecnología y cualquier otra cosa que necesite una buena recarga de veneno para hormigas!