Hace un año el Destiny intentaba redefinir la manera de jugar a los MMFPS. Hoy, The Taken King intenta redoblar la apuesta y nosotros te contamos qué esperar de esta nueva etapa del juego de Bungie.
No es novedad que el primer año del Destiny tuvo sus problemas y causó opiniones opuestas y diversas, todas reflejando alguna realidad. Desde el vamos el Destiny prometía mucho: Historia, visuales y un FPS digno de renombre. Y, si bien al principio estuvo bien, hubo errores que no se podían salvar. Ya sea algunos baches en la historia, el sistema de luz para subir de nivel, la repetitividad de los raids para conseguir algún ítem o la voz que le dio Peter Dinklage a Ghost, la realidad es que luego de unas horas, el juego se convertía en monótono. A partir de entonces, fue simple, los jugadores leales continuaron y se bajaron los DLCs (The Dark Below y House of Wolves) esperando más sin mucho efecto; otros simplemente lo abandonaron. Pero, Bungie mejoró. The Taken King es mucho más que una simple expansión.
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Uno de los primeros elementos que se arregló fue el sistema de nivelación en base a luz, y con arreglar nos referimos a que ya no existe más. Ahora la luz actúa como un elemento más del equipo, que si bien se recomienda cierta cantidad para algunas misiones, nada tiene que ver con el nivel de experiencia de los guardianes en sí, nivel que llega a 40.
Otro aspecto importante tiene que ver con el argumento. El año uno del Destiny tuvo un argumento tirando a pobre, The Taken King es lo contrario. Esta vez, todo se centra alrededor de Oryx, rey de la raza de los Hive y padre de Crota (el personaje que bajamos en la expansión anterior, ¿ups?). Un rey con la capacidad de convertir a sus enemigos en Taken, versiones más poderosas y con nuevas habilidades de los Fallen, Cabal y Vex. ¿Lo peor? Se pueden multiplicar.
Sin embargo, no todo recae en Oryx. Con el cambio de voz de Dinklage a Nolan North, Ghost adquiere un poco más de relevancia. Pero el que se lleva el premio es Cayde-6, líder de los cazadores. ¿Por qué? Porque es el que lleva adelante la mayoría de las misiones principales. Eso también implica que dejan de hacer ver a los líderes como simples NPCs que te obligan volver a la Torre cada tanto sólo para darte más misiones.
Dejando de lado la historia y los personajes, tenemos que hablar del combate. The Taken King suma nuevas subclases que amplían el espectro de habilidades de cada clase. El cazador ahora puede ser un “Nightstalker”, usar un arco que provoca que los enemigos se paralicen y se acerquen, el titán ganó su primer especial de largo alcance con el “Hammer of Sol” y el hechicero con “Stormcaller” o el poder para arrojar bolas de electricidad a corta distancia.
Aparte, agrega muchas misiones post-historia sobre las que al menos tenemos una especie de descripción para que no parezca sólo un “anda y mata” o un “anda y recolecta”. ¿Lo mejor? Un nuevo raid llamado King’s Fall, a lo que se suma el Dreadnaught (la nave de Oryx), un laberinto con pasadizos, ítems y jefes secretos que pueden ser enfrentados por hasta seis jugadores.
También hay una versión mejorada del Crucible (PvP). Ocho mapas conocidos con algunos nuevos detalles con nuevos modos. Entre esos modos tenemos Rift, en el cual tenemos que llevar una bola de luz al campo enemigo y estallarla y Mayhem, un modo en el que los poderes se recargan mucho más rápido, o un todos contra todos usando los poderes especiales de cada clase al mismo tiempo.
En definitiva, Destiny logra capturar un poco de la magia que había prometido en su primer año, e incluso si hay aspectos que siguen siendo un tanto reiterativos, The Taken King corta con el tedio de su predecesor.